viernes, 29 de octubre de 2010

Vida del Autor


Con una trayectoria en las letras más vinculada al periodismo que a la literatura, Hugo Silva fue uno de los pocos autores nacionales cuya obra ha logrado más de treinta ediciones, mérito aún mayor si se toma en cuenta que lo alcanzó gracias a una sola novela, Pacha, la que hasta el día de hoy es parte de las lecturas obligatorias en la enseñanza chilena. Esto es en parte gracias a la prolija escritura de Silva y en parte por la maravillosa historia de la Ciudad de los Césares, que ha sido utilizada después de Hugo Silva por Manuel RojasLuis Enrique Délano y otros destacados escritores nacionales. 

Hugo Silva nació en Tongoy a fines del siglo XIX. Hermano del poeta y Premio Nacional de LiteraturaVíctor Domingo Silva, de quien adquirió el amor por las letras, se inició tempranamente, a los 14 años, en el periodismo al ingresar como reportero al diario El Chileno de Valparaíso. Más tarde trabajó como redactor de cables y corrector de pruebas en El Mercurio para, en 1916, convertirse en director del periódico regional La Provincia de Iquique. 

Poseedor de una pluma destacada y ágil, la dimensión de cronista de Hugo Silva es posiblemente una de sus facetas más elogiadas, principalmente por las columnas que hicieron famoso su seudónimo de Julio César en el diario La Nación dirigido por Eliodoro Yánez, y que es recordada con emoción en una semblanza escrita por el también periodista, escritor y crítico Luis Sánchez Latorre, Filebo: “Lector de todos los clásicos, escogió, para su especial empeño de testigo y cronista de su época, el modelo latino de Julio César. Su prosa maduró cuando don Eliodoro Yáñez reunió en torno a su enorme plan de La Nación a algunos de los más brillantes escritores jóvenes de Chile en los días de la Primera Guerra Mundial: Dávila, Lartundo, Garfias, Jara, Edwards Bello. En esta constelación de ingenios, Hugo Silva aplicó con notable propiedad, acaso en respuesta a las enseñanzas tradicionalistas de El Ferrocarril, el uso de la frase corta. Andando los años, fundada la experiencia del estilo, retomaría la frase larga, de estirpe hispánica, para hacer de sus lecturas anglosajonas y de su amor por los maestros del tipo de Larra, de Pérez Rosales y de Jotabeche, un continuo reverbero de documentación exacta pronunciada en oraciones de compleja estructura, pero de inigualable belleza personal”. 

Permanente motor de publicaciones, dirigió diversos medios, como La NaciónLos TiemposZig-ZagEl Mercurio de Antofagasta y La Prensa de Tocopilla, ganando en esta actividad el prestigió que le significó obtener el Premio Nacional de Periodismo y, más tarde, la incorporación a la Academia Chilena de la Lengua. 

Tras una vida entera dedicada a las letras y el periodismo, este cronista de viejo cuño murió en el año 1979, en Santiago, a los 85 años de edad.

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